Durante el feudalismo se pensaba que el polvo de momia era una panacea o medicamento de uso universal para curar las más diversas afecciones del cuerpo, como diarrea, artritis, dolores reumáticos...
Algunos hombres lo ingerían para recuperar la potencia sexual y fortalecer su libido.
Por considerar que las momias estaban relacionadas con la conservación de los cuerpos, su polvo se mezclaba con ungüentos y lociones corporales que prometían devolver la belleza y la lozanía. En todo buen botiquín había siempre un tarro de polvo de momia.
El polvo de momia fue la aspirina de la Edad Media. El rey Francisco l de Francia siempre viajaba con una provisión de momia por si caía enfermo o lo herían.
Mezclado con vinagre blanco era un blanqueador dental imbatible.
El gusto de este polvo era muy aceitoso, por las resinas y un poco salado, por el natrón que se utilizaba en la deshidratación.
La demanda de este polvo fue tremenda en las boticas donde, en algunas oportunidades, se lo diluía en agua, vino o miel, mezcla que recibía alabanzas como la del famoso médico y alquimista suizo Paracelso:
"No hay mejor remedio para el cuerpo humano que el propio cuerpo humano reducido a medicamento"
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