Hubo una vez un joven llamado Urashima que en el mar de la China Meridional, atrapó en su red a una tortuga.
Como las tortugas viven cientos de años. el muchacho pensó que sería mejor dejarla ir. Sin embargo él no sabía que la tortuga era en realidad Otohine, la hija del Rey Dragón, que estaba disfrazada.
Conmovida por la bondad de Urashima, rompió el encantamiento y se mostró ante él tal cual era.
Ante tanta belleza, el corazón del joven se paralizó y desde ese momento sólo vio a través de los ojos de la princesa. Ella lo invitó a acompañarla a la corte de su padre y allí unieron sus vidas en una espléndida celebración.
La ciudad era maravillosa. Sus casas eran de esmeralda, los suelos estaban cubiertos de perlas y grandes árboles de coral daban sombra en los inmensos jardines.
Los días pasaron y Urashima sintió un tremendo deseo de visitar a sus padres para contarles lo feliz que era.
Otohime, su esposa, se entristeció y procuró convencerlo de que se quedara junto a ella. Nada cambió la decisión de Urashima, ni siquiera el amor que ellos habían cultivado durante todo ese largo tiempo.
Como el pescador estaba firme en su propósito, la princesa prometió devolverlo a su aldea y con un lucido cortejo lo acompañó hasta los límites de su reino.
Antes de separarse, Otohime le entregó una caja de laca, atada con un cordón de seda. Le recomendó que si quería volver a reunirse con ella, nunca la abriese. Lo besó con pasión y con el corazón desgarrado lo vio alejarse hasta desaparecer entre las montañas.
Urashima, al llegar a su aldea y encontrar todo tal cual lo recordaba, le pareció que su vida en el Reino del Dragón había sido un sueño mágico.
Buscó su casa, anhelaba abrazar a sus queridos padres, ¡cuánto los había extrañado! Pero las casas y la gente habían cambiado...¿Qué había sucedido?
Comenzó a interrogar a los aldeanos sobre el paradero de sus padres, pero nadie los conocía.
Desesperado dio con un anciano que le develó el misterio:
_Han pasado más de cien años desde que murió el matrimonio por el que preguntas forastero. Cuenta la leyenda que un día su hijo salió a pescar y desapareció para siempre.
Urashima comenzó a comprender. Lo que le habían parecido sólo unos cuantos días, en realidad habían sido más de cien años.
Entristecido deseó volver junto a su esposa, pero como lo haría. En su precipatación por volver a su aldea había olvidado preguntárselo. Entonces recordó la caja que le había obsequiado la princesa y olvidando su recomendación, la abrió suponiendo que de ese modo se reencontrarían.
Al instante salió de ella una nubecilla que se fue elevando hasta perderse. En vano intentó alcanzarla.
Entonces tarde recordó la advertencia de Otohime, su atolondramiento lo había dejado en blanco.
Ya no volvería a verla. Sintió que sus fuerzas lo abandonaban, su cabello encanecía y su rostro se marcaba de innumerables arrugas...su corazón dejó de latir y cayó muerto, con la vista fija en el firmamento.
Su inconformismo lo privó de la felicidad que el destino le había regalado a manos llenas...
Como las tortugas viven cientos de años. el muchacho pensó que sería mejor dejarla ir. Sin embargo él no sabía que la tortuga era en realidad Otohine, la hija del Rey Dragón, que estaba disfrazada.
Conmovida por la bondad de Urashima, rompió el encantamiento y se mostró ante él tal cual era.
Ante tanta belleza, el corazón del joven se paralizó y desde ese momento sólo vio a través de los ojos de la princesa. Ella lo invitó a acompañarla a la corte de su padre y allí unieron sus vidas en una espléndida celebración.
La ciudad era maravillosa. Sus casas eran de esmeralda, los suelos estaban cubiertos de perlas y grandes árboles de coral daban sombra en los inmensos jardines.
Los días pasaron y Urashima sintió un tremendo deseo de visitar a sus padres para contarles lo feliz que era.
Otohime, su esposa, se entristeció y procuró convencerlo de que se quedara junto a ella. Nada cambió la decisión de Urashima, ni siquiera el amor que ellos habían cultivado durante todo ese largo tiempo.
Como el pescador estaba firme en su propósito, la princesa prometió devolverlo a su aldea y con un lucido cortejo lo acompañó hasta los límites de su reino.
Antes de separarse, Otohime le entregó una caja de laca, atada con un cordón de seda. Le recomendó que si quería volver a reunirse con ella, nunca la abriese. Lo besó con pasión y con el corazón desgarrado lo vio alejarse hasta desaparecer entre las montañas.
Urashima, al llegar a su aldea y encontrar todo tal cual lo recordaba, le pareció que su vida en el Reino del Dragón había sido un sueño mágico.
Buscó su casa, anhelaba abrazar a sus queridos padres, ¡cuánto los había extrañado! Pero las casas y la gente habían cambiado...¿Qué había sucedido?
Comenzó a interrogar a los aldeanos sobre el paradero de sus padres, pero nadie los conocía.
Desesperado dio con un anciano que le develó el misterio:
_Han pasado más de cien años desde que murió el matrimonio por el que preguntas forastero. Cuenta la leyenda que un día su hijo salió a pescar y desapareció para siempre.
Urashima comenzó a comprender. Lo que le habían parecido sólo unos cuantos días, en realidad habían sido más de cien años.
Entristecido deseó volver junto a su esposa, pero como lo haría. En su precipatación por volver a su aldea había olvidado preguntárselo. Entonces recordó la caja que le había obsequiado la princesa y olvidando su recomendación, la abrió suponiendo que de ese modo se reencontrarían.
Al instante salió de ella una nubecilla que se fue elevando hasta perderse. En vano intentó alcanzarla.
Entonces tarde recordó la advertencia de Otohime, su atolondramiento lo había dejado en blanco.
Ya no volvería a verla. Sintió que sus fuerzas lo abandonaban, su cabello encanecía y su rostro se marcaba de innumerables arrugas...su corazón dejó de latir y cayó muerto, con la vista fija en el firmamento.
Su inconformismo lo privó de la felicidad que el destino le había regalado a manos llenas...
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