En los siglos Xlll y XlV, diversas epidemias de peste azotaron Europa y constantemente era necesario abrir las fosas de los cementerios para sepultar nuevas víctimas.
A los ignorantes del proceso de descomposición de los cuerpos, les sorprendía encontrarse con cadáveres hinchados a los que les seguía creciendo el cabello y las uñas.
Esta observación dio lugar a la idea de que los muertos de cierta manera, permanecían vivos contribuyendo a sostener la concepción de los vampiros.
De acuerdo con los médicos medievales, los vampiros eran los responsables de las epidemias, pues una vez que deglutían sus mortajas, necesitaban carne para alimentarse, cobrar fuerzas y regresar a las calles para continuar haciendo daño.
Para evitar que un cadáver se tornara en vampiro, se le solía colocar en la boca un ladrillo para impedir de esta manera que se alimentara.
Esta creencia está respaldada por numerosos hallazgos arqueológicos.
A los ignorantes del proceso de descomposición de los cuerpos, les sorprendía encontrarse con cadáveres hinchados a los que les seguía creciendo el cabello y las uñas.
Esta observación dio lugar a la idea de que los muertos de cierta manera, permanecían vivos contribuyendo a sostener la concepción de los vampiros.
De acuerdo con los médicos medievales, los vampiros eran los responsables de las epidemias, pues una vez que deglutían sus mortajas, necesitaban carne para alimentarse, cobrar fuerzas y regresar a las calles para continuar haciendo daño.
Para evitar que un cadáver se tornara en vampiro, se le solía colocar en la boca un ladrillo para impedir de esta manera que se alimentara.
Esta creencia está respaldada por numerosos hallazgos arqueológicos.
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