En un pequeño pueblo del Cuzco vivía una anciana con su nieta doce años, vivaz y cariñosa.
La niña asistía a una escuela alejada de su humilde casa. Debía salir dos horas antes para llegar a tiempo, ya que iba a pie. Por lo tanto a las cinco de la mañana ya estaba en camino y regresaba alrededor de las seis de la tarde.
En esos pueblos tan apartados de la civilización apenas hay un teléfono en algún negocio de la zona. Allí llamó la niña para avisar a su abuela que se quedaría en la casa de una amiga que vivía cerca de la escuela para estudiar, ya que al día siguiente tenía un exámen importante. La dueña del almacén de ramos generales, gentilmente, le comunicó el mensaje a la anciana.
A la noche, la mujer encendió el fogón para preparar una sopa, una cena sencilla puesto que su nieta no estaba.
Mientras estaba saboreando la sopa de verduras, alguien golpeó la puerta. Grande fue la sorpresa de la mujer cuando en el marco de la puerta reconoció a su nieta que se presentaba con la cabeza gacha y envuelta en un mutismo absoluto.
La hizo pasar y se sentaron frente al fogón. La pequeña estaba helada, eso inquietó a la abuela que con prontitud puso sobre sus hombros una manta tejida.
Al acercarse a la niña nota la palidez del rostro. Se preocupó y con delicadeza le corrió el cabello que le ocultaba el .rostro.
Un grito de horror quebró el silencio de la habitación. "¿Qué te ha sucedido? Tienes la mitad del rostro destrozado", gimió desconsolada.
La respuesta le erizó la piel. Con voz de ultratumba la niña exclamó: "Tu hora ha llegado".
La anciana, desesperada, tomó la olla del fogón y se lo arrojó en la cara.
Sacando fuerzas del terror que la embargaba, corrió hacia el establo y se aferró a la cola de la vaca que dormía apaciblemente ajena a la escena de espanto que se vivía. La mujer se escudó en la vaca porque se la considera un animal sagrado que repele las sombras siniestras.
La Parca no entró en el establo, pero lo rodeó gritando el nombre de la anciana hasta la salida del sol.
Al otro día regresó la nieta luego de dar su exámen y al llegar a su casa no encontró a su abuela.
Intranquila se acercó al establo y allí la encontró recostada sobre la vaca escupiendo espuma por la boca, bien muerta.
Al parecer la Muerte había cumplido su misión.
Ningún hechizo o sortilegio puede contra la feroz fuerza de LA PARCA
La niña asistía a una escuela alejada de su humilde casa. Debía salir dos horas antes para llegar a tiempo, ya que iba a pie. Por lo tanto a las cinco de la mañana ya estaba en camino y regresaba alrededor de las seis de la tarde.
En esos pueblos tan apartados de la civilización apenas hay un teléfono en algún negocio de la zona. Allí llamó la niña para avisar a su abuela que se quedaría en la casa de una amiga que vivía cerca de la escuela para estudiar, ya que al día siguiente tenía un exámen importante. La dueña del almacén de ramos generales, gentilmente, le comunicó el mensaje a la anciana.
A la noche, la mujer encendió el fogón para preparar una sopa, una cena sencilla puesto que su nieta no estaba.
Mientras estaba saboreando la sopa de verduras, alguien golpeó la puerta. Grande fue la sorpresa de la mujer cuando en el marco de la puerta reconoció a su nieta que se presentaba con la cabeza gacha y envuelta en un mutismo absoluto.
La hizo pasar y se sentaron frente al fogón. La pequeña estaba helada, eso inquietó a la abuela que con prontitud puso sobre sus hombros una manta tejida.
Al acercarse a la niña nota la palidez del rostro. Se preocupó y con delicadeza le corrió el cabello que le ocultaba el .rostro.
Un grito de horror quebró el silencio de la habitación. "¿Qué te ha sucedido? Tienes la mitad del rostro destrozado", gimió desconsolada.
La respuesta le erizó la piel. Con voz de ultratumba la niña exclamó: "Tu hora ha llegado".
La anciana, desesperada, tomó la olla del fogón y se lo arrojó en la cara.
Sacando fuerzas del terror que la embargaba, corrió hacia el establo y se aferró a la cola de la vaca que dormía apaciblemente ajena a la escena de espanto que se vivía. La mujer se escudó en la vaca porque se la considera un animal sagrado que repele las sombras siniestras.
La Parca no entró en el establo, pero lo rodeó gritando el nombre de la anciana hasta la salida del sol.
Al otro día regresó la nieta luego de dar su exámen y al llegar a su casa no encontró a su abuela.
Intranquila se acercó al establo y allí la encontró recostada sobre la vaca escupiendo espuma por la boca, bien muerta.
Al parecer la Muerte había cumplido su misión.
Ningún hechizo o sortilegio puede contra la feroz fuerza de LA PARCA
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