"TEN CUIDADO CON TUS SUEÑOS: SON LA SIRENA DE LAS ALMAS. ELLA CANTA, NOS LLAMA. LA SEGUIMOS. JAMAS RETORNAMOS". Gustave Flaubert
Se dice que en tiempos de la Antigüedad vivía una joven princesa, llamada Ligia. Era una joven de verdes pupilas, áurea cabellera y que cantaba de una manera extraordinaria hasta el punto que todo aquel que escuchaba su melodía lloraba, porque ella tenía un secreto: su corazón quedó prendado de un amor no correspondido. La princesa solía escapar del castillo y se internaba en el mar para llorar su dolor.
En las cálidas aguas sumergía su blanca desnudez sintiendo que el suave roce de las olas calmaba su desasociego. "Ojalá fuera un pez para recorrer las profundidaes del océano en libertad, sin amenazas, sin imposiciones; donde ningún hombre rompa mi corazón".
Cierta vez, cuando salía del mar, descubrió que un hombre, un cazador furtivo, la observaba con lascivia. La princesa se cubrió con su túnica y huyó espantada. El grosero fisgón la persiguió entre la vegetación del lugar con la intención de violarla. Ella huyó consternada.
Durante la deseperada carrera, la túnica de Ligia se enredó en un zarzal quedando nuevamente desnuda ante la hambrienta mirada del perverso acosador.
Entonces ocurrió algo sorprendente, un enorme pájaro la tomó en sus garras y se la llevó volando, lejos del siniestro hostigador.
La sorpresa y el alivio inicial pronto se convirtió en miedo. Vio su castillo...su reino, desaparecer entre las nubes y sólo el mar, como un inmenso espejo, la escoltó en su singular viaje.
Al anochecer, la extraña ave descendió en una isla, la isla Artemisa, hogar de las sirenas. Con sumo cuidado y delicadeza depositó a Ligia sobre las blancas arenas. Ella, desconcertada y temerosa, permaneció paralizada, expectante de su destino, mientras el enorme pájaro se escabullía en el firmamento estrellado.
Cuando los latidos de su corazón se serenaron, descubrió ser el centro de atención de un grupo de bellas mujeres, etéreas bajo la luz plateada de la luna. "Sirenas", suspiró embelesada.
_ Las olas nos gritaron el peligro que corrías, clamaron auxilio en tu nombre _ dijo una de ellas, dueña de una voz aterciopelada.
_ Y nosotras te hemos rescatado _ añadió otra de dorada cabellera_ Hoy lloramos la muerte de una hermana. Ha pasado una barcaza y los hombres no se dejaron seducir por nuestro canto. Por ello Radne se ha suicidado, esa es nuestra ley cuando fracasa nuestro canto...una de nosotras debe morir. Acabamos de sepultarla, nuestras lágrimas convertidas en perlas, adornaron sus rojos cabellos. Fue su espíritu, que vivirá eternamente atrapado en estas aguas, el que nos impelió a rescatarte. Tú estás aquí porque es el deseo de Radne.
Ligia estaba perpleja y conmovida. "¿Y ahora qué será de mí?", quiso preguntar, pero cayó en un pesado sueño. Al despertar, su cuerpo se había transformado: de la cabeza al ombligo seguía siendo la misma, aunque...sofocó una exclamación de estupor al desvelar que sus piernas se habían transformado en una escamosa cola de pez.
No se escandalizó, se maravilló. Por primera vez en mucho tiempo se sentía felíz, libre de aquel amor oscuro y traicionero.
Agradecida por aquella inesperada bendición comenzó a desgranar una sentida melodía:
"En esta isla de plata pasaré mi vida
oculta en una mbruma dorada.
Aqui no se halla nada malo ni desagradable.
Ni pesar, ni enfermedad, ni muerte.
Nada perturba mi tranquilidad,
mis hermanas sirenas me protegen de toda traición y codicia.
Cada día brindamos con aguamiel esperando el verdadero amor".
Se dice que en tiempos de la Antigüedad vivía una joven princesa, llamada Ligia. Era una joven de verdes pupilas, áurea cabellera y que cantaba de una manera extraordinaria hasta el punto que todo aquel que escuchaba su melodía lloraba, porque ella tenía un secreto: su corazón quedó prendado de un amor no correspondido. La princesa solía escapar del castillo y se internaba en el mar para llorar su dolor.
En las cálidas aguas sumergía su blanca desnudez sintiendo que el suave roce de las olas calmaba su desasociego. "Ojalá fuera un pez para recorrer las profundidaes del océano en libertad, sin amenazas, sin imposiciones; donde ningún hombre rompa mi corazón".
Cierta vez, cuando salía del mar, descubrió que un hombre, un cazador furtivo, la observaba con lascivia. La princesa se cubrió con su túnica y huyó espantada. El grosero fisgón la persiguió entre la vegetación del lugar con la intención de violarla. Ella huyó consternada.
Durante la deseperada carrera, la túnica de Ligia se enredó en un zarzal quedando nuevamente desnuda ante la hambrienta mirada del perverso acosador.
Entonces ocurrió algo sorprendente, un enorme pájaro la tomó en sus garras y se la llevó volando, lejos del siniestro hostigador.
La sorpresa y el alivio inicial pronto se convirtió en miedo. Vio su castillo...su reino, desaparecer entre las nubes y sólo el mar, como un inmenso espejo, la escoltó en su singular viaje.
Al anochecer, la extraña ave descendió en una isla, la isla Artemisa, hogar de las sirenas. Con sumo cuidado y delicadeza depositó a Ligia sobre las blancas arenas. Ella, desconcertada y temerosa, permaneció paralizada, expectante de su destino, mientras el enorme pájaro se escabullía en el firmamento estrellado.
Cuando los latidos de su corazón se serenaron, descubrió ser el centro de atención de un grupo de bellas mujeres, etéreas bajo la luz plateada de la luna. "Sirenas", suspiró embelesada.
_ Las olas nos gritaron el peligro que corrías, clamaron auxilio en tu nombre _ dijo una de ellas, dueña de una voz aterciopelada.
_ Y nosotras te hemos rescatado _ añadió otra de dorada cabellera_ Hoy lloramos la muerte de una hermana. Ha pasado una barcaza y los hombres no se dejaron seducir por nuestro canto. Por ello Radne se ha suicidado, esa es nuestra ley cuando fracasa nuestro canto...una de nosotras debe morir. Acabamos de sepultarla, nuestras lágrimas convertidas en perlas, adornaron sus rojos cabellos. Fue su espíritu, que vivirá eternamente atrapado en estas aguas, el que nos impelió a rescatarte. Tú estás aquí porque es el deseo de Radne.
Ligia estaba perpleja y conmovida. "¿Y ahora qué será de mí?", quiso preguntar, pero cayó en un pesado sueño. Al despertar, su cuerpo se había transformado: de la cabeza al ombligo seguía siendo la misma, aunque...sofocó una exclamación de estupor al desvelar que sus piernas se habían transformado en una escamosa cola de pez.
No se escandalizó, se maravilló. Por primera vez en mucho tiempo se sentía felíz, libre de aquel amor oscuro y traicionero.
Agradecida por aquella inesperada bendición comenzó a desgranar una sentida melodía:
oculta en una mbruma dorada.
Aqui no se halla nada malo ni desagradable.
Ni pesar, ni enfermedad, ni muerte.
Nada perturba mi tranquilidad,
mis hermanas sirenas me protegen de toda traición y codicia.
Cada día brindamos con aguamiel esperando el verdadero amor".
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