La noche como un manto negro, desciende sobre el silencioso castillo. Unas pocas velas encendidas atestiguan la presencia de tres personas, oscuras y misteriosas. Reunidos alrededor del calor que emana de la enorme chimenea, cada uno de ellos está ensimismado en sus pensamientos. El conde, delgado y de piel cetrina, simula leer el periódico del día. Su hija Cornelia, de figura insulsa y blanco de las burlas de todos los jóvenes del condado, borda a desgano. El jorobado, un huérfano que vive en el castillo gracias a la generosidad de Cornelia, sirve un té de hibisco a la joven y un brandy al conde. Cornelia odia a su padre, siempre indiferente a sus miedos y a sus angustias.Siempre violento con su madre. "Hoy es el día", piensa entre puntada y puntada. La última campanada del reloj de pie anuncia la medianoche, la hora de las brujas. El conde, con voz gélida, da las buenas noches y con paso cansino se retira a su habitación. Desde la muerte de su esposa, hacía ya ...