Enterados sus padres se opusieron severamente a esta relación.
Ella, decidida a consumar su amor por Joquín, planeó una fuga. Tristemente su plan se hizo trizas por la cobardía y la avaricia de su enamorado.
Al enterarse María, una profunda tristeza se apoderó de ella.
Decidió entonces, internarse en un convento para llorar su pena.
Una tétrica noche, María ya no pudo soportar el dolor que le perforaba el alma y vio como única salida, el suicidio.
La monjas, escandalizadas por la tremenda determinación de la joven y siguiendo las reglas de la Iglesia cristiana, se opusieron a que fuese enterrada en el Campo Santo.
Las monjas, aterrorizadas, ordenaron cortar el árbol de duraznos pero sin conseguir que el sortilegio se rompiera.
El fantasma de María permaneció en el convento muchos años después del siniestro acontecimiento, sucedía todas las noches al ocultarse el sol. Hasta que un día desapareció.
Esto sucedió el día de la muerte de su amado Joaquín. Cuentan que ella lo estaba esperando y que juntos atravesaron las puertas hacia la eternidad.
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