Se conforman con imaginar un juego amoroso que los une y los consume, como el fuego a los leños secos.
La vendedora de flores le sonríe seduciéndolo. Su cabello de oro líquido lo enardece.
Y él, un simple vendedor de diarios, desde la otra esquina, la apetece con pasión.
Imaginan mil maneras de acercarse, mil trucos para vencer la cruel distancia que se interpone al gozo.
_ Mi hermosa florista, ¡que daría yo por tenerte entre mis brazos!De repente vienen a mi memoria unos versos que alguna vez escuché de otro romántico como yo:
"Ovillate a mi lado como si tuvieras miedo...
pequeña, me traes madreselvas y tienes hasta los senos perfumados,
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues, avellanas oscuras y cestas silvestres de besos".
La florista también sueña.
_ Amor mío, ¡qué déspota realidad nos toca vivir, tan lejos, pero tan cerca! Extiendo mis brazos y no puedo tocarte; mis palabras no te alcanzan, ruego que puedas leer mis pensamientos con tu corazón como hago yo con los tuyos. Cuento las horas que faltan para que podamos fundirnos en ese abrazo tan esperado, tan ansiado. Falta poco, el sol ya se apaga y su deceso anuncia el inicio de una nueva función. Falta poco, amor, falta poco..."
Una mano surcada de arrugas interrumpe el diálogo silencioso de los amantes. Una mano oportuna que con delicadeza, toma a la florista y luego al vendedor de diarios. Con destreza mueve los hilos de las marionetas que felices comienzan a bailar al son del "Danubio azul" en un escenario improvisado en la plaza de un pueblo lejano.
Los espectadores, niños y adultos por igual, aplauden entusiasmados.
_ Es nuestro momento, mi hada de las flores. Liberemos nuestros cuerpos para saborear el amor que nos ata. ¡No te alejes, ven, no me niegues tus dulces besos de miel!
Al concluir el espectáculo, el titiritero, guarda dentro de una caja a sus queridos muñecos de madera .
_ ¡Milagro!, nos ha colocado uno junto al otro!_ exclama azorado el vendedor de diarios.
Imposible, pero cierto, una lágrima de felicidad brota de los ojos almendrados de la florista.
_ No llores mi niña bonita, ríe conmigo, por fin el destino nos ha unido. En esta noche estrellada, como dice el poeta, "quiero hacer contigo lo que la primavera hace con los cerezos".
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