Hace ya mucho tiempo, tanto que el sol y la luna apenas habían comenzado su absurdo romance, cuando comenzó a tejerse esta singular leyenda. En una aldea escondida entre frondosos árboles centenarios y rodeada por un río de aguas caudalosas semejante a una serpiente huidiza, vivía una joven tan bella como triste. Sus padres la adoraban y la complacían en todos sus deseos, aún así ella no era feliz. Una pena, como una espina maligna le horadaba el alma y la hacía suspirar por un destino mejor. La joven desde su más temprana infancia estaba imposibilitada de caminar. Un cruel accidente provocó su parálisis. En un descuido de su madre rodó por las escaleras de su casa y desde entonces el dolor se hospedó en su inocente corazón. Sólo el trino de los pájaros aligeraba su ánimo. La rama de un fresno se extendía cerca de su ventana y allí todas las tardes se posaba un cardenal rojo para deleitarla con dulces serenatas. El suave balanceo del pájaro combinado con su melodía aterciopelada, ...