Se miran, se desean, pero la distancia se interpone entre ellos. Anhelan caricias cálidas y besos profundos. Se conforman con imaginar un juego amoroso que los une y los consume, como el fuego a los leños secos. La vendedora de flores le sonríe seduciéndolo. Su cabello de oro líquido lo enardece. Y él, un simple vendedor de diarios, desde la otra esquina, la apetece con pasión. Imaginan mil maneras de acercarse, mil trucos para vencer la cruel distancia que se interpone al gozo. _ Mi hermosa florista, ¡que daría yo por tenerte entre mis brazos!De repente vienen a mi memoria unos versos que alguna vez escuché de otro romántico como yo: "Ovillate a mi lado como si tuvieras miedo... pequeña, me traes madreselvas y tienes hasta los senos perfumados, yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela. Te traeré de las montañas flores alegres, copihues, avellanas oscuras y cestas silvestres de besos". La florista también sueña. _ Amor mío, ...